Cómo enseñar empatía a los niños pequeños

La empatía es una de las habilidades emocionales más importantes para la vida. Nos permite ponernos en el lugar del otro, comprender sus emociones y actuar con respeto y sensibilidad. Contrario a lo que muchos creen, la empatía no es algo que los niños traen incorporado de nacimiento de forma completa, pero sí es una capacidad que se puede desarrollar desde muy temprano, siempre y cuando se les enseñe con paciencia, ejemplo y presencia.

En este artículo, te mostraremos cómo ayudar a los más pequeños a construir una base empática sólida desde sus primeros años, sin recurrir a sermones o exigencias, sino a través de vínculos, juegos, rutinas y lenguaje emocional.

¿Qué es la empatía y por qué es tan importante?

La empatía es la capacidad de reconocer, comprender y compartir los sentimientos de los demás, y actuar en consecuencia. En los niños pequeños, este proceso es progresivo y requiere acompañamiento adulto.

Beneficios de desarrollar empatía desde la infancia

  • Mejora la convivencia familiar y escolar
  • Favorece la resolución pacífica de conflictos
  • Fortalece el vínculo con otros niños y adultos
  • Promueve el respeto por las diferencias
  • Contribuye a una autoestima más sana
  • Desarrolla habilidades de liderazgo positivo

¿Cuándo comienza a desarrollarse la empatía?

Aunque un bebé no puede aún comprender los sentimientos de otro, desde muy temprano responde al tono de voz, al llanto de otros y a los gestos emocionales. Hacia los 2 años, los niños comienzan a identificar emociones básicas en los demás. Alrededor de los 3 a 5 años, pueden empezar a ponerse en el lugar del otro de forma más intencional, aunque aún necesitan mucha guía.

Cómo enseñar empatía a los niños pequeños

1. Modelar la empatía todos los días

Los niños aprenden observando. Si tú muestras empatía en tu forma de hablar, de reaccionar ante los errores, de escuchar y de tratar a otras personas, estarás enseñando sin palabras.

Ejemplo: “El abuelo está triste porque no pudo visitarnos. ¿Qué podemos hacer para que se sienta mejor?”

2. Nombrar las emociones propias y ajenas

Ayuda al niño a reconocer lo que siente y lo que sienten los demás. Esto se hace con palabras simples, cotidianas y repetidas en diferentes contextos.

Frases útiles:

  • “Veo que estás enojado porque querías seguir jugando.”
  • “Tu amigo está llorando. Quizás se siente triste. ¿Qué podemos hacer?”
  • “Esa cara me dice que te sorprendiste mucho.”

3. Validar las emociones en lugar de juzgarlas

Cuando el niño ve que sus emociones son aceptadas, aprende a aceptar también las emociones de los demás. No digas “eso no es nada” o “no deberías sentirte así”, mejor ofrece contención:

Alternativa: “Entiendo que estés frustrado. A veces a mí también me cuesta cuando algo no sale como quiero.”

4. Usar cuentos y juegos para explorar emociones

Los cuentos infantiles ofrecen un terreno fértil para hablar de sentimientos. Puedes detenerte a preguntar:

  • “¿Cómo crees que se siente este personaje?”
  • “¿Qué harías tú si fueras él?”
  • “¿Te has sentido alguna vez así?”

También puedes jugar con muñecos o títeres para representar situaciones de la vida cotidiana.

5. Fomentar el contacto con la naturaleza y los animales

El cuidado de plantas y mascotas estimula la sensibilidad y el sentido de responsabilidad hacia otros seres vivos. Preguntar cómo cree que se siente el gato cuando está solo o cómo se ve una planta cuando necesita agua son ejercicios cotidianos de empatía.

6. Enseñar a reparar

Cuando el niño lastima, grita o ignora a alguien, no basta con un “pide perdón”. Es más valioso enseñar a reparar el daño emocional de forma concreta:

  • “Le quitaste el juguete a tu hermana. ¿Quieres devolvérselo tú o le ofreces otro?”
  • “¿Qué puedes hacer para que tu amigo se sienta mejor?”

Esto no solo enseña responsabilidad, sino también sensibilidad hacia las consecuencias de los actos.

7. Escuchar activamente

Cuando tu hijo te habla, escúchalo sin interrumpir, sin corregir de inmediato y sin usar el teléfono. Estar presente al 100% enseña respeto y atención, dos pilares de la empatía.

8. Cuidar el lenguaje que usas frente a ellos

Evita comentarios que ridiculicen o minimicen a otros, especialmente delante del niño. También cuida cómo hablas sobre personas diferentes (por su forma de vestir, su cuerpo, su carácter). Cada palabra que escuchan influye en cómo entienden al mundo.

Actividades concretas para fomentar la empatía

Juego del “cómo te sentirías si…”

Plantea situaciones imaginarias: “¿Cómo te sentirías si un amigo no quiere jugar contigo?”, “¿Y si alguien te presta su juguete favorito?” y escucha las respuestas sin corregirlas.

Crear una caja de emociones

Llena una caja con tarjetas que tengan dibujos de caritas o escenas. Cada día, el niño saca una y tú le preguntas: “¿Qué emoción ves? ¿Cuándo te sentiste así?”

Practicar actos de amabilidad

Puedes proponer pequeños gestos cada día: saludar a los vecinos, ayudar a poner la mesa, regalar un dibujo. Luego reflexionen juntos: “¿Cómo crees que se sintió mamá cuando la ayudaste?”

Hacer “ruedas de sentimientos” en familia

Al final del día, cada miembro dice cómo se sintió y por qué. Esto normaliza la expresión emocional y fortalece los vínculos.

Qué evitar al enseñar empatía

  • Obligar al niño a compartir cuando no está listo
  • Decirle “deja de llorar, no es para tanto”
  • Ridiculizarlo cuando se emociona
  • Forzarlo a abrazar, besar o saludar si no quiere
  • Compararlo con niños “más buenos” o “más generosos”
  • Usar el “pide perdón” como fórmula vacía

La empatía se enseña desde el vínculo

Ninguna técnica sustituye al vínculo real, respetuoso y amoroso que se construye en el día a día. Los niños aprenden empatía cuando se sienten respetados, comprendidos y acompañados.

Un niño que fue escuchado sabrá escuchar.
Un niño que fue validado sabrá validar.
Un niño que fue tratado con ternura, será más capaz de cuidar a otros.

Conclusión: sembrar empatía para un futuro más humano

Enseñar empatía no es solo formar mejores personas, es construir una sociedad más justa, solidaria y pacífica. Y ese aprendizaje comienza en casa, desde los primeros pasos.

No hace falta hacer grandes discursos ni corregir cada emoción. Basta con estar, sentir junto a ellos, escuchar con el corazón y ofrecer palabras que cuidan. Así, poco a poco, los niños aprenden que ser empático no es ser débil, sino ser profundamente humano.

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