Cómo enseñar a los niños a lidiar con frustraciones desde temprana edad

Todos, en algún momento de la vida, nos enfrentamos a la frustración: no obtener lo que queremos, cometer errores, tener que esperar, perder un juego o no lograr lo que esperábamos. La frustración forma parte del desarrollo humano y, por tanto, enseñar a los niños a lidiar con ella es uno de los aprendizajes emocionales más importantes de la infancia.

Muchos adultos creen que proteger a los niños de toda frustración es un acto de amor. Sin embargo, el exceso de protección puede tener el efecto contrario: impedir que desarrollen herramientas internas para enfrentar los desafíos de la vida. La clave está en acompañar, no evitar, y brindar los recursos necesarios para que puedan construir resiliencia emocional desde pequeños.

En este artículo exploraremos por qué es importante aprender a gestionar la frustración, cómo se manifiesta en distintas etapas, y qué estrategias pueden aplicar madres, padres y cuidadores para acompañar este proceso de forma respetuosa y efectiva.

¿Qué es la frustración?

La frustración es una emoción que aparece cuando un deseo, necesidad o expectativa no se cumple. En los niños, puede surgir por cosas que parecen insignificantes para los adultos, pero que para ellos tienen un gran valor emocional: no poder abrocharse el abrigo, perder en un juego, que otro niño no quiera compartir, o simplemente tener que esperar su turno.

Es importante recordar que el cerebro infantil aún está en desarrollo, especialmente en las áreas relacionadas con el autocontrol y la autorregulación emocional. Por eso, la frustración muchas veces se expresa con llanto, gritos, pataletas o aislamiento.

¿Por qué es importante enseñar a tolerar la frustración?

1. Desarrolla la resiliencia

Un niño que aprende a tolerar la frustración no se rinde ante el primer obstáculo y puede adaptarse mejor a los cambios y desafíos.

2. Mejora la autoestima

Gestionar la frustración de forma adecuada ayuda al niño a confiar en su capacidad para enfrentar dificultades.

3. Promueve la empatía y la tolerancia

Cuando aprenden que no siempre se puede tener lo que se desea, también desarrollan la capacidad de esperar, compartir y entender las necesidades de los demás.

4. Fortalece el vínculo con el adulto

Un adulto que acompaña la frustración sin juzgar ni minimizar, se convierte en un modelo de contención emocional.

Cómo se manifiesta la frustración según la edad

En bebés y niños pequeños (1-3 años)

  • Llanto intenso
  • Gritos o pataletas
  • Tirarse al suelo
  • Golpes o mordidas (como forma de descargar)

En niños en edad preescolar (3-6 años)

  • Rabietas verbales
  • Negarse a participar
  • Rechazo a intentarlo de nuevo
  • Irritabilidad

En niños mayores (7 años en adelante)

  • Comentarios negativos sobre sí mismos
  • Frustración ante los errores escolares o sociales
  • Dificultad para aceptar reglas
  • Comparaciones con otros niños

Qué NO hacer cuando un niño se frustra

1. Minimizar o ridiculizar

Frases como “eso no es para tanto”, “pareces un bebé”, o “no exageres” solo aumentan su malestar y desconectan emocionalmente al niño del adulto.

2. Resolverlo todo por él

Evitar que el niño se frustre haciendo todo por él impide que aprenda a buscar soluciones y desarrolle autonomía.

3. Castigar o avergonzar

La frustración es una emoción legítima. Castigarla solo enseña a reprimirla, no a gestionarla.

Estrategias para enseñar a manejar la frustración desde temprano

1. Validar la emoción

Nombrar y aceptar lo que el niño siente es el primer paso para ayudarlo a calmarse.

Ejemplo:
“Entiendo que te enojaste porque no pudiste encajar esa pieza. A mí también me pasa cuando algo no sale como quiero.”

2. Acompañar sin resolverlo todo

Ofrecer apoyo sin eliminar el obstáculo permite al niño desarrollar sus propias estrategias.

Frase útil:
“Estoy aquí para ayudarte si lo necesitas, pero sé que puedes intentarlo.”

3. Usar el juego como herramienta

El juego simbólico es una excelente forma de practicar tolerancia, perder, esperar turnos y manejar la frustración en un entorno seguro.

4. Enseñar técnicas de regulación emocional

  • Respirar profundo juntos
  • Contar hasta cinco antes de actuar
  • Ir a un espacio tranquilo
  • Abrazar un peluche o apretar una almohada

5. Dar ejemplo

Los niños aprenden observando. Si ven que el adulto se frustra y grita, repetirán ese modelo. Si en cambio ven calma, paciencia y reflexión, aprenderán que es posible gestionar la emoción sin perder el control.

6. Celebrar el esfuerzo, no solo el resultado

Destacar los intentos y no solo los logros fomenta una mentalidad de crecimiento.

Frase útil:
“Lo intentaste muchas veces antes de lograrlo. ¡Eso es ser perseverante!”

7. Enseñar que equivocarse es parte del aprendizaje

Hablar abiertamente sobre los errores como oportunidades para aprender reduce el miedo al fracaso.

Actividades cotidianas que ayudan a desarrollar tolerancia a la frustración

  • Juegos de mesa con reglas y turnos
  • Rompecabezas y construcciones
  • Actividades con cierto nivel de dificultad ajustado a la edad
  • Tareas del hogar con acompañamiento
  • Cuentos sobre emociones y desafíos

Cuándo intervenir y cómo

Si el niño está desbordado emocionalmente:

  • Acompaña con calma y sin juicios
  • Reduce estímulos (ruido, luces, gente)
  • No intentes razonar hasta que esté más tranquilo
  • Abrazar si lo desea, o simplemente estar presente

Cuando ya está más calmado:

  • Reflexionar juntos
  • Preguntar cómo se sintió y qué podría hacer diferente
  • Reforzar el aprendizaje sin culpas ni sermones

Qué hacer si hay baja tolerancia frecuente

Si el niño muestra frustración extrema o desproporcionada de forma constante, es recomendable observar:

  • Cambios recientes en su entorno
  • Dificultades en la escuela o en lo social
  • Falta de sueño, alimentación o rutinas
  • Si necesita mayor ayuda profesional para regularse

Consultar con un especialista en desarrollo infantil puede ser útil si las reacciones afectan su bienestar cotidiano.

Conclusión: frustrarse también es crecer

La frustración no es un enemigo a evitar, sino un maestro silencioso que invita al niño a conocerse, a esforzarse y a construir recursos internos. Enseñarle a enfrentarla con paciencia, empatía y firmeza es uno de los regalos más valiosos que podemos ofrecer como adultos.

No se trata de evitar las lágrimas, los enojos ni las caídas, sino de estar presentes, disponibles y confiables para acompañar ese proceso de aprendizaje emocional que dura toda la vida.

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